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Channel: Lucía Be
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subir al Everest con tacones

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Hace dos años me convertí en una cobarde. Fue nacer mi primer hijo y morir de miedo. Cada noche, desde entonces, entraba en su habitación no fuera a ser que se lo hubiera llevado alguien (un monstruo, un vecino, qué sé yo). Apagaba el telediario por miedo a ver tantas cosas feas que pasan en el mundo y ya ni siquiera entraba en Facebook con todos esos dramas virales que copan los muros y que la gente gusta tanto de compartir: la madre que murió tras dar a luz, ese padre con cáncer que escribe el último post de su vida, aquellos dos que se cayeron al vacío haciéndose un selfie…

Pero la vida no se puede controlar, y un día, una se encuentra con que Juan, recién cumplidos los ocho meses, tiene síntomas claros de tener leucemia. Punción medular, y desde entonces, casi tres semanas de pruebas y analíticas en nuestra suite de la planta baja, en la unidad de Oncología. ¿Miedo dice? Pues tome taza y media. Yo, que no sabía ni para qué servía la médula ósea, ahí me tienen empollándome el vademécum con sus leucocitos y plaquetas, y hablando con los médicos cual alumna aventajada de un capítulo de House.

Ayer, mientras dormitaba encima de mis gafas nuevas (descuajeringadas están, las pobres), entró la médico corriendo en la habitación y nos dio la mejor de las noticias: Juan tiene un síndrome raro parecido al cáncer, pero no es primario. Lo ha provocado un virus, y aunque el proceso será largo, se cura, ¡se cura! Aprieto la mano al amore y cuando nos quedamos solos agarro a Juan tan fuerte que me pega en la cabeza con su cabestrillo para que le deje en paz.

Hace dos años me convertí en una cobarde, tenía miedo a vivir. Porque qué quieren que les diga, la vida es así de perra. Todos nos vamos a morir y en el hospital la gente llora por las esquinas. Yo he llorado por las esquinas como una magdalena, y mientras por Instagram todo el mundo felicitaba el ánimo con que llevaba las cosas, la verdad de la vida es que estaba hecha un felpudo. La parte buena del asunto es que el felpudo de lejos da miedo, pero en propias carnes no es tan malo. Me explico:

- He pasado más tiempo con Juan que en los últimos tres meses. Estar sentada con él achuchado en mis brazos, sin nada más que hacer, ya hace que valga la pena. En realidad, no hay tanto trabajo ni es todo tan urgente. 

- Me he vuelto a coger fuerte de la mano del amore como no lo hacía en mucho tiempo. Hemos llorado juntos pero nos hemos partido de la risa hablando de tontadas en nuestra suite. El sentido del humor es mágico y crece como de la nada en situaciones límite.

- La unidad de Oncología es preciosa, tiene sofás amarillos, juguetes por todas partes y los niños, en su dolor, son felices. María come tostadas con mermelada mientras ve la película “Barbie en Navidad”, Santi nos cuenta que de mayor quiere ser médico y Juan, de mala leche con los corticoides, se come un peluche.

- Con el mal trago, me he zampado cada caja de bombones que ha entrado en nuestra suite. Toblerones, caja roja, bolas de Lindt… las penas con chocolate son menos penas, pero creo que conviene ir introduciendo el salado en las visitas a los enfermos: jamón de Jabugo, lomo, croquetas… yo solo doy ideas.

- Bailar ayuda. Al menos a mi, que me venía abajo por cualquier minucia, si daba saltitos podía evitar romper a llorar de nuevo. Mientras esperábamos a que acabara la primera punción, estuve bailando el Coyote Dax en la sala de espera. “No rompas más mi pobre corazón” se ha convertido en la banda sonora de mi vida.

La vida duele, el amor duele, los hijos duelen un riñón… No hay láminas bonitas en Pinterest que nos lo avisen, pero es así. Y cuando se descubre, uno se da cuenta de que el dolor, a sorbos, no duele tanto. Que de todo lo malo, salen cosas buenas. Y que como dice Anne-Dauphine Julliand, paso a paso, podemos subir hasta el Everest en tacones.

Gracias a todos por estar ahí, por los mails, los comentarios, los whatsapps, los rezos, las velas, los bombones, los jamones, los cigarros de extraperlo, el Hola, Vogue y el Diez Minutos…  aún nos quedan días en nuestra suite pero con gente como ustedes, es todo mucho más fácil. Créanme, la vida es una verbena a pesar de la música que toquen. Hoy nos toca Juan y la orquesta desafina, pero es nuestra fiesta, él se ríe, y yo pienso seguir bailando. 



Pd: este post que escribí hace un año está más presente que nunca.


Déjese querer por una loca

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Salí con un chico al que le ponía nervioso que cruzara los semáforos en rojo y me pilló hablando sola en la puerta de mi casa. Estaba ensayando uno de mis discursos imaginarios, pero él pensó que estaba loca. Un día mientras tomábamos café irlandés en una terraza, una paloma fue a cagar justo encima de su cuchara. Yo lo tomé como una señal del destino y días después acabé con la historia. Él me dijo: "estás loca", y seguro que lo sigue pensando.

Hace tiempo que no cruzo semáforos en rojo pero sigo ensayando discursos imaginarios (el de cuando me dan el premio Planeta lo bordo) y aprieto el culo en el coche cuando paso por encima de líneas blancas porque creo que así parece que el coche va a echar a volar.  

Supongo que no son cosas mías, porque mis novias también están locas. Van de corto, se ponen sombreros, llegan en moto con el novio, se sientan en el suelo, calzan alpargatas, son unas emocionadas de la vida, bailan como si no hubiera un mañana y abrazan fuerte, muy fuerte. Es mejor así, querer de locas, como locas. No serán portada de revista, pero son mucho más divertidas.  

Llegar en moto, en sidecar o en el coche de su suegro. Pero feliz.
Sara con su corona silvestreagarrada a Juan.
Y entrar cómoda, ligera... y oliendo a lavanda.
Olvidarse los stilettos en casa para llegar con nuestras alpargatas
y llorando a lágrima tendida. Como Paula. 
Y al llegar, abrazarse fuerte. El resto no importa:
boda en un velero prestado con música de spotify y fotos con el móvil. 
Empieza la ceremonia. Nervios y mucha risa.
Lorena a carcajada limpia con su canotier clavel.
Ponerse los anillos junto al mar.
Nuestra corona dorada en una sesión de Mi Tandem.
Y emocionarse, disfrutar cada momento.
Virginia y sus golondrinas. Ella sí que está loca. Y siempre se emociona.
Al salir, arroz, confetti, aplausos o lo que sea. Pero felices.
Subir cuestas, bajar caminos... pero contigo.
La boda de Lorena, aquí
Reírse juntos. Y darse muchos besos. 
Y sentarse en el suelo para comer. Sesión de Mi Tándem.
Luces de verbena y hacer el monguer con el ramo. Todo un clásico.
Vero y su tocado de flores
Bailar con bengalas y burbujas. Estrella con su corona de flores
y su barriguita de un mes.
Y abrazarse fuerte. Mucho. Como Irene y su marido. 
Bailar con tu abuelo, o con tu suegro, o con tu tío. Ellos sí que saben bailar.
Padi con su corona paniculata
Dárselas de reina del hip hop en la pista.
Como Raquel, que está loca de remate.Pueden ver su boda aquí.
Y acabar dándolo todo y con los pelos de loca. Porque así es como te voy a querer. 


Y el cielo y el mar entre sus ojos,
te hacía sentir que estabas vivo,
déjese querer por una loca,
es único...

Cicatrices

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Resulta complicado ponerse a escribir con un niño partiéndose de risa al lado. Juan es el que ríe, y yo intento sin éxito volver a las andadas de mi vida 2.0. Si por mi fuera, me tiraba otros dos meses sin escribir y tan a gusto, pero el amore me persigue desde hace unas semanas. “Se van a olvidar de ti”, repite cansino. Y hoy, para que me de un poco de tregua el fin de semana, he decido volver. Además, qué narices, es viernes, y yo antes de toda esta historia con Juan y el Everest publicaba los viernes.

Esa historia, la del Everest, es larga y llena de complicaciones de esas que aparecen en los vademécum, llevan nombres raros y circulan por vericuetos complicados. Quizás por eso no me animaba a escribir. Todavía me preguntan por Juan con cierto temor, y todavía me cuesta responder con seguridad que está bien, que está curado. Sigo angustiándome cada vez que nos toca revisión en la planta baja, y eso que estamos a un paso de no volver más.

Pero Juan sigue riendo y eso me calma. Primera lección: cuando un niño no se ríe, algo le pasa.

Para resumir: a un paso de iniciar el protocolo de trasplante de médula, le hacen a Juan una última punción medular para volver a descartar, y por fin, el bicho puñetero da la cara: leishmania. Después de dos meses de quimioterapia y corticoides, le ponen un antibiótico y Juan vuelve a reír. Y a mi, que ya tenía montado el chiringo en nuestra planta baja,  me hasta pena irme de una suite que ha sido nuestro hogar en los últimos meses.

Allí he conocido a Álvaro, que era capaz de cruzarse el pasillo subido a su gotero como un monopatín, al padre Miguel, que me enseñó que el dolor está lleno de amor, y que cuando pones amor, duele menos, a Raquel, la única enfermera que sabía calmar a Juan con sus canciones, y hasta a Adolfo, un ilustrador que enseñaba a los niños a dibujar las historias del Capitán Culo y con el que compartí una mañana preciosa en un banco del hospital hablando de dibujos, autónomos y la vida en general.

Y es allí también donde he escrito mis mejores historias y hasta un libro que habla de estilo, felicidad, amor y copas. No crean, no tengo ningún mérito, me he rebelado contra los elementos y cabreado cada día hasta que acepté que la felicidad y la verbena y todas esas milongas no son solo para vidas idílicas, que a veces la respuesta está en el para y no en el por qué, que todos somos valientes cuando la vida lo requiere y que a veces hay que pedir ayuda porque los amigos no se enteran de que se pasa mal. 

Lección número dos: no te estampes contra el muro, sáltalo. Pedí una mesa y una silla y me llevé a la suite mi campamento base: el ordenador, la tablet y un montón de libros y papeles. Y a pesar de una señal de wifi miserable pude cumplir con los plazos de la editorial y mandarles un montón de dibujos e historias de tropecientos gigas que escribía por las noches. El libro sale el 2 de junio y se llama La vida es una verbena (cómo si no) y es uno de mis mejores proyectos. Lección número tres: si quieres crear de verdad, apaga el wifi.

Juan sigue reptando por la alfombra y alzando los brazos como un luchador de sumo. Mi pequeño luchador de sumo. Y yo confirmo que la vida no ha cambiado tanto: sigo peleándome por sacar la nueva tienda online en una fecha decente (¿15 de mayo?), rascando minutos al día y sin pintarme las uñas. Tuve el valor de cortarme el flequillo, pero aparte de eso, la vida sigue igual que cuando la dejamos.


En unos días volveremos a las andadas, a la tienda online, a los líos de paquetes y mamatónomas locas. Pero la planta baja, nuestra suite, nos han cambiado.

Fiesta de cumpleaños en nuestra suite,
sin filtros y con atrezzo de los chinos.

Encantada de volver por aquí, ¡sean felices!


Nuestra verbena (falsa) de verano

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La cosa va de pueblos. Esta vez, uno pequeñito cerca de Valencia. Quedo con Sergio, fotógrafo de  Por parte de la novia, en el casino. Es Navidad, pero hace sol. Hace tiempo que quiero conocerle porque me encantan sus fotos y quiero proponerle que me haga la campaña de primavera de la tienda online. Llega con su pelo rizado, pedimos dos cafés... "¿y si montamos una verbena falsa para hacer las fotos?", pregunta entre sorbos con sus ojos sonrientes. En ese momento sé que ya estoy liada hasta arriba...

Soy una chica fácil, lo reconozco, y más si hay verbenas, bailes y copas de por medio. Así que me lancé en pista a una de las fiestas más difíciles de mi vida. Porque créanme, montar un sarao así desde el hospital casi me vuelve loca. Quizás por eso, cuando veo el vídeo final, no puedo evitar emocionarme. Solo es una tienda, lo sé, pero en el fondo hay mucho más. Es insistir, no rendirse, apretar los dientes, escribir por las noches, bailar en la cocina... 

Nuestra verbena fue falsa, pero hubo vermú de verdad, patatas fritas, aceitunas, laca, confetti, luces y hasta una banda tocando en directo. Y sobre todo, cariño a trompicones, abrazos grandes, bailes y risas de esas que hacía tiempo que no echaba. 
La vida es una verbena, pero más si te juntas con gente grande que apoya, ríe y baila contigo hasta el final.

La colección está disponible aquí, y yo les dejo con las fotos. Pongánse nuestra canción, suban los altavoces... y disfruten de nuestra (falsa) verbena.






















Gracias Por parte de la novia por tanto esfuerzo, por tantas fotos, por los vídeos, por captar lo que quería casi sin decirlo, por esa ilusión y energía contagiosa. Con vosotros me dejo liar, siempre. 

Gracias Mery Lemon por nuestra canción. Por poner música a nuestra verbena. Por el madrugón, por el burguer king nocturno y por nuestros sueños compartidos. Porque baila lento, sueña siempre, ama mucho, sé valiente.

Gracias a mis chicas de Catering Cinco por dejarme vuestra masía. La más bonita de Valencia. Por dejarme los trastos, hacer comida rica y convertir vuestro patio en un pueblo bonito de cualquier parte de España. Montar saraos con vosotras es de lo mejor que me ha pasado.

Gracias Ana Bigudíes por peinarme bonito, por esas trenzas y moños altos. Por la laca mágica y porque mis viajes a Valencia sin ir a visitarte no son lo mismo. 

Gracias Ana Albiol por los labios rojos, por ponernos guapas, por decir que eres de pueblo y a la vez ser tan top. Volveremos a vernos, y lo sabes.

Gracias El taller de Clo por los claveles, por la lavanda, por llenar de flores nuestro pueblo y ser tan majos.

Y Gracias Eli. Por TANTO. Por venir, por las miles de llamadas, por Diego, por Ozil, por las risas, los lloros, por escuchar, por bailar y porque sin ti esta verbena no hubiera sido posible. 


Por cierto, mañana 2 de junio sale a la venta
mi primer libro. Estilo, felicidad, amor y copas...

¿bailas?

Estilo, felicidad, amor y copas

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Lo admito, en ocasiones he renegado de la vida y sus verbenas. Estos días de tourné con el libro a cuestas, firmando en la feria o en la presentación, muchos de ustedes se me acercaban y felicitaban por mi visión positiva de la vida. Menos mal que no estaba cerca el amore para aclararles que en realidad sufro de un trastorno bipolar y en muchas ocasiones he maldecido verbenas y canciones.

Me pasó muchas veces escribiendo el libro, como cuando me llama Javier, mi editor (siempre he querido pronunciar esta frase, al estilo de Julia Roberts en la boda de mi mejor amigo), para decirme que hay que cambiar el título. "¿Te pasas el día con la vida es una verbena y no vas a titular así el libro?", me suelta. Yo, que ya tenía montada mi historia, maldije la verbena hasta el infinito.

Digamos que en ese momento yo estaba en nuestra suite de la planta baja de un hospital, y la verdad es que mucho cuerpo para fiestas no tenía. Yo reniego, pero soy obediente, así que me puse a ello: por las noches escribía y dibujaba sobre estilo, felicidad, amor y copas. Cosas de la vida: aquello me sirvió como terapia, y aunque siguiera renegando (porque así de cansina soy), soñar con pintarme los labios y bailar en la cocina lo hizo todo mucho más divertido.

Por otra parte, creo que ese punto renegón le da un punto realista al libro: porque la vida puede ser muy perra, pero siempre podemos elegir bailar.








aquí

"La vida es una verbena" 
  • Tapa dura: 160 páginas
  • Editor: Lunwerg (2 de junio de 2015)
  • Colección: ILUSTRACIÓN
  • Idioma: Español
  • ISBN-10: 8416177724
  • ISBN-13: 978-8416177721

Disponible en el Corte Inglés, Vips, Fnac, Casa del Libro, Top Books, Amazon, Panta Rhei, Swinton & Grant, La Central... 


Festivales de fin de curso

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Los festivales de fin de curso me hacen llorar. No una lágrima discreta de esas que se limpian coquetamente con un kleenex. Lo mío son lloros a mares, de funeral y drama. De vergüenza ajena. Es sonar los primeros acordes de carros de fuego por los altavoces de la guardería y se me encoge el corazón. Cuando salen, en fila, paxarito y sus compañeros vestidos de indios, vaqueros y macarras para bailar el YMCA aquello es el acabose, rímmel corrido y churretes en las mejillas. 

Una vez Indara me dijo que ella se ponía la lengua en el paladar para evitar las lágrimas, pero he comprobado que no se pueden poner puertas al río (¿se dice así?). Me es imposible no hacer pucheros a pesar de las carcajadas del amore ante mi lamentable espectáculo.

Diré en mi defensa que este año era especial y el baile de paxarito dando palmas y pasos como un pequeño robot era también un poco mío. Mientras el pobre se esforzaba en seguir el ritmo bailongo de su profesora, yo pensaba en todo este curso con tal intensidad que estuve a punto de salir a saludar al final ante la ovación del público. 

Al principio de este curso, en septiembre, quise dar una vuelta a mi empresa, darlo todo. Porque desde que empecé en esto no veo otro modo de trabajar: o voy a por todas o me quedo en casa. Siempre fui de extremos, y así, escribí en un papel mis objetivos para 2015: escribir un libro, crear equipo y relanzar la tienda online. No contaba con que la vida lleva su propio camino. Y a veces, en ese camino no entran nuestras interminables listas.

Pero empezaré por el principio. Siempre he creído que la suerte o el destino juegan un papel importante en nuestras vidas. Y así, me crucé con dos locas a principio de curso: Eli Romero y Maider Tomasena. Lo conté por entonces en este post

Hace falta gente que crea en tus sueños y te ayude a conseguirlos. 

Maider dio forma a mis dudas profesionales y juntas emprendimos un curso de formación para emprendedores que acaba ahora y que me ha abierto muchas puertas. Eli me cogió de la mano y juntas nos plantamos en la editorial más bonita de España como si fuéramos celebrities para presentarles mi proyecto más bonito: mi libro. Nos recuerdo a las dos chillando en el ascensor de Planeta como locas borrachas porque ya teníamos contrato. 

Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar en toda tu vida. The súper trola of the universe. 

La frase copa tableros de Pinterest y se convierte en sueño de miles de emprendedores. Pues mentira cochina, oigan. Desde que empecé en este sarao he trabajado como una posesa y este año casi me da un alipori. He llegado a odiar mi trabajo, a renegar de la verbena y maldecir el día en que se me ocurrió cruzar la puerta de la editorial. 

Los sueños se cumplen a golpe de noches en vela y trabajo intenso, pero hay que tener cuidado con no cruzar la línea. 

La línea de los besos y las risas en familia, las conversaciones largas y dejar el móvil lejos para disfrutar de un paseo. Y este año yo la crucé de largo. A veces emprender tiene un coste personal elevado y ahora toca ponerlo todo en orden de nuevo. Gran mérito de nuestros sueños se los llevan los que están a nuestro lado, aguantando la cara antipática que no mostramos en Instagram

Un curso después, puedo tachar los objetivos de mi lista. He publicado un libro, he relanzado la tienda y tengo un equipo que consigue que todo este sarao funcione. Pero me queda lo más importante: el amore, paxarito, Juan, mi familia, mis amigos... y hasta yo, que me he ido perdiendo un poco en medio de toda esta juerga. 

Ovación final: acaba la canción que versionaron para aquel anuncio de chopped y paxarito saluda robótico al público. Es un niño tímido, como sus padres, no puede evitarlo. Me limpio los churretes de rimmel sin éxito y abrazo al amore. Éste será nuestro gran verano, aunque no nos movamos del pueblo.



La lista que tienes que tachar este verano

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Lo confieso: soy un fraude. Un timo, una mentirosa y más falsa que un Judas de plasticorro. Me di cuenta el viernes pasado después de subir una de mis frases a redes sociales. Menos likes y más cervezas, decía. Y de pronto vi la situación desde fuera:  yo animando al personal a salir de marcha, postrada en mi sofá y pegada al móvil. Me pareció de lo más absurdo.

Llevo un mes de tourné hablando de que la vida es una verbena, estuve en Hoy por Hoy, en Radio 4G y hasta he salido en In Touch (el hit de este verano). Y este domingo estaré en La buena vida de Gestiona Radio hablando de bailar, reír y bebiendo buenos vinos (esto es literal, porque cuando grabamos el programa estuvimos catando un rosado riquísimo: Milflores, que solo por la botella ya merece hacerle hueco en nuestra bodega). Tanto baile y tanta monserga, y yo, ¿hace cuánto que no me separo de la pantalla? 

Los más fieles lo recordarán: el verano pasado hice una lista de todo lo que quería hacer en vacaciones. En realidad en mi cabeza la lista era interminable pero la realidad es que no pude tachar ni uno de los planes. Yo y mi obsesión con las listas volvimos al nuevo curso casi igual que lo dejamos. Ni reggateon, ni amaneceres, ni libros ni bombas. Nada.


Así que me he puesto un reto: esta vez voy a tacharlo todo. Y voy a seguir a rajatabla mi manifiesto. 

Seré una zorrupia, me pintaré los labios y pienso volver a enamorarme. Del mismo, claro. 



¿Me acompañan? Les iré informando a través de #miveranobomba
 Y ustedes, ¿qué planes tienen estos días?

Pd: estamos de rebajas en la shop
hemos subido un montón de novedades.

El día en que mandé a tomar por saco al GPS

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No se puede ser cool en un coche sin aire acondicionado, transbordo en cercanías y luego el metro. Una llega reventada y rimmel corrido. No hay glamour. Pasé tres años de mi vida así: cada vez que planeaba una escapada a la capital, como una dama de provincias que se precie, dejaba el coche en el parking del pueblo más cercano y ahí empezaba una ruta interminable de transbordos. Siempre quise parecer una mujer estilosa, pero mi reflejo en la ventana del transporte público correspondiente me devolvía una imagen lamentable y cargada de bolsas.

Así que un día me envalentoné: dejé pasar aquel pueblo con parking para adentrarme en los peligros de la carretera en la gran ciudad. No hay dolor. Con dos narices. Desde entonces, he perfeccionado mis técnicas de conducción y soy hasta capaz de meterme en el parking más profundo de Madrid cortando la respiración no vaya a ser que el coche se me cale. Sigo llegando reventada y con el rimmel cartón piedra porque lo del aire no tiene arreglo, pero ahorro tiempo, y eso para mi es lo más cool del mundo.

El culmen mi osadía al volante lo alcancé la semana pasada, 40 grados en la capital, zona Serrano. La histérica del Google Maps me indicaba desde el móvil la ruta correcta. Pero yo sabía que no tenía razón. Calle a calle, iba desobedeciendo sus órdenes mientras que me debatía en una lucha interna: “¿Cómo puedes dudar de esta señora, conectada con todos los satélites mundiales, mientras que tú eres una paleta de pueblo que hasta hace nada no te atrevías a meter por aquí?”.

A tomar por saco la listilla. Metí tercera y me hice mi ruta para comprobar que, efectivamente, mi intuición estaba en lo cierto. Les prometo que lloré.

Camino hacia el pueblo ventanillas bajadas y aire calentorro a todo trapo sobre mi cara, saqué algunas conclusiones:


♥ A veces puede parecer que todo lo que nos dicen tiene sentido, es lo correcto y va revestido de una cierta superioridad. Pero es así solo a veces. El resto del tiempo la gente no sabe mucho más que usted.  

 Necesitamos que nos digan donde tenemos que ir, es fácil, nos da seguridad. Pero sean valientes, ábranse paso y tiren por su camino. Llegarán lejos.  

 Miren dentro. Necesitamos escucharnos cada día, saber dónde queremos ir, buscar nuestro GPS. Y nos pasamos la vida callándonos o sin hacernos ni caso.  

 Al final siempre se llega. Quizás no a donde queríamos llegar, pero siempre se llega a algún lugar. Confíen.  

 Sacar nuestro lado macarra o mandar a tomar por saco a ciertas personas, a veces, solo a veces, no está nada pero que nada mal.  

 La gente sin corazón, como la de Google Maps, no tiene ni pajolera idea.





No creo que publique hasta dentro de un mes. Me voy la semana que viene dejándome un montón de listas sin tachar y tareas sin cumplir. Tengo muchos planes para el curso que viene, tantos que a veces pienso que la cabeza me va a estallar. Pero mi GPS interior me dice que pare. Y desde lo del coche me he venido arriba, así que… ¡a tomar por saco!


La tienda seguirá abierta hasta el 15 de agosto. Volvemos en septiembre, disfruten del verano y nos vemos por las redes

Gracias por estar al otro lado y este mes, sigan su GPS. 


Cosas que hacer en septiembre

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Hace cuatro años me hicieron una entrevista en Telva y el amore para celebrarlo me llevó al parque de atracciones. Me tiré por todas las montañas rusas con aquel moñaco que me hicieron para la sesión de fotos y descargué todos los nervios que había pasado. Soy tímida patológica y lo de posar había sido un reto, así que me merecía todas las montañas, norias y algodones de azúcar del mundo.

No he vuelto desde entonces. Y miren que las he pasado canutas (mi periplo por las radios este último trimestre ha acabado con mis pobres nervios. ¡Mi voz de carajillera no está hecha para hablar en público, señores!). Después de un agosto en las montañas, tirándome al agua desde las alturas, zampando chorizo para desayunar, corriendo entre las vacas (Running para perezosas, ¡un éxito!), montando verbenas con la guitarra por las noches y compartiendo vino con los que más quiero, septiembre se me antojaba poco apetecible. 

Yo que soy muy de listas, me he hecho LA LISTA del mes. Esa que pienso tachar entera. 

Tengo treinta días para conseguir adeptos que se vengan conmigo a la montaña rusa, planear una cita de las de antes, descorchar la botella de Mumm que lleva dos años criando polvo en el minibar y encontrar una estrella fugaz. Porque vaya timo lo de las Perseidas...

Y ustedes, ¿me acompañan? pueden descargarse nuestra lista gratis haciendo click aquí y empezar a planear septiembre. Y durante toda esta semana la regalaremos impresa en papel bonito con todos los pedidos de la shop online.




Vuelvo con agujetas, el pelo hecho un desastre y las uñas sin pintar, pero con muchas ganas de empezar septiembre.

Echen un vistazo a nuestra tienda bonita y...
¡Sean felices!

La boda de Bigudíes

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Creo que una de las partes más bonitas de una boda son los momentos previos. Esos en los que la madre prepara café, una hermana se emociona, alguien guarda el ramo en la nevera, todo el mundo hace fotos, la novia ríe mientras la peinan... Es todo muy caótico y a la vez muy íntimo. Se dicen esas cosas que nunca se dicen, porque el amor se suelta, y la vergüenza un poco también. Y ya que estamos, van saliendo te quieros a mansalva, entre rulos, pintalabios, ligas y cafés.

Recordarán a Ana porque tiene la peluquería más bonita de Valencia y alguna vezles he hablado de ella. Cuando me envió las fotos de su boda fue como meterme dentro de todo ese follón precioso de preparativos y nervios previos. Ha pasado casi un año desde entonces: me ha trenzado un par de veces, me ha puesto mechas californianas, me las volvió a poner porque me veía poco rubia y hasta me cortó un flequillo que me volvió a crecer. Hemos seguido hablando de negocios, melenas, revistas e incluso de bebés, porque está a punto de dar a luz. 

Hasta hoy, que me he visto el pelo bufado y sin gracia. Y antes de lanzarme a sus brazos, he querido publicar ese post pendiente, el de su boda bonita y otoñal.




"Una de las mejores cosas fue tener a la gente más importante tan cerca desde el primer momento. Abrir los ojos a las seis de la mañana con mis dos personas, una a cada lado de la cama y tenerlas todo el día tan pendientes. 

La primera parada fue en Los Bigudíes de Rubíes (se comenta por ahí que son especialistas en recogidos de novia), donde me esperaba Sandra para peinarme y mi Ana Albiol para hacer magia con sus brochas (y vaya si la hizo).






Los tocados eran de Lucía Be, un tocado de hojas otoñal para el principio y una corona de paniculata para la fiesta. Me sobró con una conversación de cinco minutos para recibir un preciosos paquete (de esos que prepara ella que hacen que te caiga la lagrimilla al abrirlo) con estas joyas que casaban a la perfección con el peinado que yo había imaginado. 



Los zapatos fueron un regalo de mi hermano, así que dicho y hecho, me compró unos Jimmy Choo (Sí, además de generoso es guapo).

La elección del vestido fue muchísimo más fácil de lo que hubiera imaginado. Entramos en La Boheme por pura diversión y desde el primer minuto me quedé totalmente enamorada, tanto de la tienda como del personal y por supuesto de los vestidos. Todos los que me probé eran absolutamente preciosos pero el primero de todos fue el elegido. 










No cambiaría nada, desde que amanecí a las seis de la mañana hasta las seis de la mañana del día siguiente que llagábamos al hotel.

Todo el día estuvo lleno de momentos muy especiales y que guardo con mucho cariño. Para mi lo mejor del día fue sin duda la gente con la que lo compartimos. Reunir a todas las personas a las que quieres en el mismo espacio y hacerlas partícipes de nuestro matrimonio.

Mis momentazos favoritos del día fueron la entrada en la iglesia, la cara de Paco en ese momento es algo que me llevo para siempre. La entrada en el convite, sonando de fondo "kamikazes enamorados" de Quique Gonzalez. La sorpresa de mi cuñado cuando nos plantó a un Drag Queen para amenizar el principio del baile, mi suegro dándolo todo con el negro de dos metros... Pero lo mejor de lo mejor, despertar al lado de mi marido al día siguiente y saber que era la primera de muchísimas mañanas de felicidad".


♥   Vestido: La Boheme 
♥   Tocados: Lucía Be 
♥   Maquillaje: Ana Albiol 
♥   Decoración y flores: El taller de Clo 
♥   Celebración: Masía de San Antonio de Poyo 
♥   CateringCatering Cinco 
♥   FotosPor parte de la novia 

... más bodas silvestres y bonitas, aquí


El secreto para preparar una colección en un mes y que salga bonica

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Cuando acabamos de rodar la verbena de verano, me propuse no volver a sacar colección hasta 2016. El libro, las aventuras en la planta baja, chorrocientas alpargatas en el sótano, nuestra primera incursión textil con camisetas y fulares, cambio de web, equipo, fin de curso y too much for the body, nena. 

Yo me las prometía muy felices en nuestra piscina hinchable, pero mi cabeza estaba ya tan acostumbrada al jaleo que seguía planeando sola: agendas, sudaderas, gorros con pompones... Con un problema: crear una colección de otoño estando en julio no es bien. Es fatal, una catástrofe y casi imposible. 

Menos mal que estaban Elena y Bárbara para echarme un cable, porque si no, no hubiera podido sacar nada. Crecer sola está bien, pero no se puede llegar lejos sin equipo. Puede decirse que ya hay un Lucía Be's team, y eso me enorgullece mucho. Desde que empecé este sarao quise poder dar trabajo a otros. Y hoy ellas han sido mis manos para que el 1 de octubre salga a la luz todo lo que hemos estado tramando.

Aquí un pequeño adelanto de nuestra colección y nuestro día a día: pintándonos las uñas a destiempo, estampando labios rojos en tazas ajenas, engullendo curasanes (porque las calorías por la mañana no cuentan) y riendo sin parar. ¿Para qué buscar modelos si estábamos nosotras? Bajo la máxima de: "hay que poner cara de fava" (lo que viene siendo, cara de mujer que mira al infinito con sus pensamientos profundos, se hace la sorprendida ante la cámara y mea perfume de orquídea), hicimos una sesión muy digna y ya estamos preparadas para el próximo desfile de Victoria's Secret. 

Ya solo queda una semana. Y ahora sí que sí, no pienso sacar nada hasta 2016. ¿Seré capaz?








Necesitas alguien que te recuerde que 
compres champán este fin de semana.

¡CLICK EN EL VÍDEO PARA VER LAS AGENDAS!



Eres muy bonica

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Yo iba para princesa y acabé en un pueblo. Es la primera frase de mi libro. Y efectivamente, así es. Mi padre, cuando era pequeña, se ponía negro. "Tú te has debido de pensar que somos marqueses", me decía atónito ante mis berrinches porque no quería fregar, porque no tenía nada que ponerme, porque no quería ir en autobús... Pero la vida puede ser muy perra, y a mi me dio la cal que necesitaba: ni castillos ni milongas, a trabajar y a conocer la vida rural de España. Letizia, amiga, en otra vida nos tomaremos esa copa, eh?

Hace unos años mis padres se mudaron a un pueblecito de Valencia. Desde las ventanas se ven los naranjos, huele a jazmín y a estiércol de la huerta indistintamente, las abuelas se sientan en la minúscula acera a jugar al parchís y la gente llama bonica a los demás. Bonica, ¿cómo está la yaya?, mira que eres bonica, bonica tienes el pelo bufao, la gente de aquí es muy bonica... Bonica esto, bonica lo otro. Y todo en valenciano chapucero y profundo ajeno a gramáticas de la Generalitat. 

Yo que juraba que saldría de allí para vivir en París o en un ático ruinoso pero elegante del centro de Madrid, he ido a parar a otro pueblo aún más profundo. Aquí no se dice bonica, se dice alhaja. Ay alhaja tú eres forastera, tú no eres de aquí alhaja. Y cuanto más alhaja, más añoro yo el bonica de mi tierra, y más lo digo. 

Me he dado cuenta de que no es solo una forma de traducir el adjetivo bonita. Va mucho más allá. Bonica es esa amiga a la que te comerías a besos porque es especial, porque es buenaza, porque te empuja cuando lo necesitas. Bonica es tu hermana cuando te escribe un whatsapp que te hace reír, tu compañera de trabajo que un día te trae café, la cajera que te llena las bolsas sonriendo, esa chica normal que tiene días verdes, pero se pinta los labios y planea una cita... tú. 

Y se dice así, llenando mucho la boca...

Bonica, que eres una bonica. Aunque no lo veas, aunque tengas un día perro, aunque no lo sientas así... 

















Pssss!!! Ya hemos lanzado nuestras agendas. Esa que guardarás en el bolso, perfecta para organizar la semana, que bastante caótica es la vida. Divertida, femenina y especial. ¡Aquí!



La verdad sobre los pepinos culones

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La cosecha de este año ha salido regulera. Hace un par de meses vino Pablo con unos pepinos. Coincidió que estaba Mari, la vecina, que no calla. "Esos pepinos son culones", le espeta. Y el otro, cabizbajo, "como la vida, nunca sabes cómo te va a salir". 

Me quedé con los pepinos culones, que efectivamente estaban amargos de la muerte. Pero fíjense que acabamos cogiéndole el gusto. Las ensaladas y gazpachos tenían un punto diferente. Pablo traía pepinos sin descanso, y nosotros para dentro. Todo sea por dar salida al campo y no darle un disgusto a Pablo, que tan feliz venía con sus culones. 

Hemos entrenado un paladar a prueba de amargor e inventado salsas mágicas que lo disimulan todo. Pero la verdad de la vida es que mis pepinos culones no molan, no colarían en ninguna cadena de supermercado. Tampoco mola ser culona una misma, y aquí me tienen, entre el running y el helado de noche, a ver quién gana.  

Pero es que en realidad no hace falta molar tanto. Eso dice Pablo, y eso digo yo también. "Pero es que Pablo, tú molas mil". Y él se ríe desdentado, y yo a su lado, culona, aún me río más.

Ya veremos qué tal se da la siembra ahora... 


La verdad sobre mi Instagram (o lo que Instagram no enseña)

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Todos lo hemos visto. La bloguera que reniega de su pasado en las redes sociales y pregona a los cuatro vientos que quiere vivir una vida honesta y real (click aquí para ponerse en situación). La historia me suena: chica guapa, muy guapa, con esos tipazos que le hacen a una renegar desde el sofá, casca fotos a diestro y siniestro en su perfil de Instagram sobre lo perfecta que es su vida. Aquí miro profundamente al infinito con mi vestido nuevo, aquí mano levantada sujetando un batido verde de espinacas que se hace llamar smoothie, aquí tirando de pierna depilada, calcetines y taza sobre el edredón… El imaginario colectivo de estos últimos años es una sucesión de estas imágenes.

Me suena tanto la historia que hasta me siento un poco prota. No por las piernas, que ya quisiera, sino por el trasfondo. Miro mi galería de Instagram y me veo en esa foto con Paxarito en un parque. ¡Es tan idílica! Lo cierto es que la repetimos unas treinta veces. El niño no hacía más que señalar mi “peca asquerosa”, una verruga que tengo en la frente y que él tiene a bien calificar así. Repite la foto, con esa barrigaca no salgo, venga otra vez… y así, entre el arsenal de clicks, aparece una foto decente que por obra y gracia del filtro Gingham hace que parezca una postal del mismísimo París. Pues no, estamos en mi pueblo.


Otra de hace un par de días: le pido al amore que inmortalice ese GRAN momento en el que me he arreglado. Llevaba como diez días sin lavarme el pelo y la chica nueva no me reconoce. “Pues no eres tan fea así con rimmel y eso”… me dice. Mientras, me llueven piropos por Instagram, y a mi me mola. ¿Por qué no me hago fotos en mi día a día de trabajo, con pelufo y jersey de bolas? Obvio: no me mola nada.


Más: el #reto7días7bragas. Yo enseñando las bragas que me voy a poner ese día. Me las regaló una amiga cuando me casé y no las había vuelto a sacar desde entonces. En realidad llevo esas bragolas color carne con las que me siento en casa.


También encuentro alguna foto con los hashtags #mividaPringui y #mividaPinterest muy reales: aquel moñaco horroroso que me hice para una boda, las uñas pinterestianas que intentaron emular en la peluquería del pueblo y que acabaron pareciendo huevos de codorniz en mis dedos, aquella resaca a base del maxi york finas lonchas del mercadona… pero no puedo evitar sentirme el timo más grande de la historia.


Me preocupa ese exhibicionismo de vidas perfectas y a la vez me gusta contemplar fotos bonitas. 

Y me pregunto cómo caminar por la frontera de bonito y lo real en su dosis justa. Cómo mezclar lo bello con la cara B, sabiendo que detrás de cada foto hay una persona al margen de los likes, con sus problemas, alegrías y ocho mil marrones.

Investigaré sobre el asunto con el hashtag #Nosoyunlike. Lo que viene siendo que no hace falta tener ni un follower para ser bonica. Para saberse bonica. 




Eso sí, seguiré deleitándoles con fotos preciosas, de esas chicas Be que se pintan los labios, beben champán y hacen pis de orquídea (aunque tengan montones de platos por fregar y se les haya ido el esmalte de las uñas).

Cuatro cosas que tengo que decirle a mi otro yo

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Esa sensación de mierder de que pasan los días y la lista de tareas por hacer se hace cada vez más grande. De mirar el Google calendar y querer salir pitando. De que todo está patas arriba y nada parece salir como toca. De que la vida es eso que pasa mientras solucionas marrones.

Llevo cinco años pensando que algún día se irá, que llegará el momento en que lo tenga todo más o menos solucionado, en que la empresa y la vida fluyan en armonía y paz. Armonía y paz, tenemos que alcanzar… que cantaba la profesora de Peppa Pig.


Pues no. Vengo del futuro para decirles que la armonía no llega, los marrones crecen y si uno sigue viviendo las cosas siempre se van de madre.  
El otro día estaba en la ducha sermoneándome a mi misma. Es mi ritual particular: niños dormidos y yo me meto en la ducha bien caliente porque esto de andar por casa con bailarinas y sin calcetines me deja los pies bien fríos. Pero es que yo calcetines de abuela no, ya saben.

Les contaba que me meto en la ducha, y ahí empieza la cháchara. Que si nena tienes la espalda hecha un cisco y pareces la jodida jorobada de Notre Dame, que a ver cuando corres porque te compraste las mallas del Decathlon y ahí las tienes muertas de risa, que jolines vaya mierda la partida de sudaderas que te acaba de llegar, que tienes que empezar a gestionar bien la empresa porque esto se te va de las manos, que los niños tienen un solo par de vaqueros y ya canta la Traviata que vayan todos los santos días de la semana vestidos igual, así que ponte las pilas y cómprales algo decente, que si tienes las gafas rotas desde hace un año…

Mi otro yo, tan majo como siempre. Pues esta vez tengo algunas cosas que decirte:

Cuando te metas en la ducha, hazme el favor de pensar en lo bueno que ha pasado durante el día, fijo que encuentras varias cosas a pesar de tus cagadas. Ríete, tienes una joroba alucinante y te ha crecido el culo, pero cuando te da por arreglarte estás cañón. Con dos niños y una empresa viviendo en un pueblo perdido no vas a tener armonía nunca. Es más, no has tenido armonía en toda tu vida así que deja de machacarte buscándola. Las cosas no pasan, es la vida la que pasa, nunca vas a encontrar el momento perfecto para irte de parranda, así que vete ahora y no marees tanto la perdiz. Deja de lloriquear, busca una canguro y vete con el amore a tomar una copa. Dos, tres… pero date una vuelta hija, que lo necesitas. ¿Quieres aldelgazar? Cierra la boca pero no me pongas la cabeza como un bombo cuando me zampo un par de berlinas del mercadona. No tienes tiempo para contestar los ochomil wassaps, ¿y qué? Asúmelo y lee un libro en lugar de intentar agradar a todo el mundo. El wassap es el mal, salte de ese grupo cojonero de una vez por todas. Date permiso para equivocarte, para lucir tus pelochos (los tienes aunque te hagas la queratina), para decir lo que piensas, salir a patinar, para vivir. Y deja de exigirte tanto. Coño, lo estás haciendo muy bien.




Mamá, no me tengas en cuenta estos tacos. 
Es culpa de mi otro yo, que es un malhablado. 


Mis claves de estilo este otoño

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Dame un par de zapatos adecuados y conquistaré el mundo. No lo digo yo, lo dice Bette Midler. Bueno, y mi amiga Carmen, que desde su trabajo me envía todas las ofertas jugosas que caza por Internet. Que si el 40% en LingeShoes (y caí), que si el 15% en Top Shop (y volví a caer) y así un montón de descuentos que están disparando mi zapatero.

Todas las compras son conscientes y superestudiadas, que no está el horno para tirar de tarjeta, pero cuando me vi en Plasencia con unos tacones fucsia de antelina supe que algo estaba cambiando en mi armario.
Supongo que esto del ensayo – error le va acercando a una al éxito, pero todo camino lleva su aprendizaje y estas son las claves de mi avance por el estilo este otoño:

Hacerse amigos. De ese sombrero, esos zapatos un poco demasié, los labios rojos… al principio una se siente un poco mema, pero les prometo que si siguen intentándolo llega un punto en que una se crece y se siente hasta Kate Moss. Les haré una confesión de estilo: nunca me había pintado los labios de rojo hasta que un par de días antes de presentar mi libroestuve ingresada en el hospital. Nada grave, pero lo suficiente como para necesitar un poco de moral a la salida y firmar libros en el Retiro. Saqué mis barras y me armé de rojo, y no las he dejado de usar desde entonces. Todo es acostumbrarse queridas. Como el zorro al principito, las amistades llevan su tiempo. Y cuando se conquistan, pueden durar toda la vida.

labios rojos y mi sombrero son mis nuevos amigos de este otoño

Living to the limit. Lo que viene siendo hacer eso que nos apetece pero no nos atrevemos, no quedarse con la duda, lanzarse un poco al vacío. El desenlace puede ser fatal, pero… ¿y si acierta? Mi amiga Maïder se cortó el pelo y ganó su sello personal, yo me hice un moño y perdí a mi novio, recuerden…  Acabo de pedir hora en la pelu del pueblo, aviso. 

Bajar en bici y con tacones fucsias las calles de Plasencia es un living to the limit en toda regla

A memoria pez, esquemas. Mi amiga Bárbara tenía hasta un Excel con todas las combinaciones gloriosas. Yo soy más de apuntar en un papel esas mezclas top en la puerta del armario y ganar tiempo al “qué me pongo”. Que a las siete de la mañana y los energúmenos berreando mi creatividad estilística está bajo cero y una necesita recordar.

Un trocito de mis apuntes

Repetir los triunfos. Aunque eso implique ir siempre vestida igual, por lo menos que nos recuerden con decencia. Como Maite, mi antigua jefa, siempre de negro y blanco pero perfecta. Si encuentras TU camisa, cómprate un par, si descubres ESE jersey, hazte con tres en diferentes colores.

Maite, nueva subdirectora de Vogue. Yo la recuerdo con su eterna camisa blanca y su perfecto de cuero.

Marcas que favorecen. Descubrí a Susi sweet dress cuando vi a Beatriz con uno de sus vestidos. Para mi ha sido el descubrimiento de la temporada: vestidos y faldas diferentes, muy bien de precio, y lo más importante: que sientan MUY BIEN a caderas poderosas y culamens (recuerden que sigo siendo la capitana del equipo). Beatriz y yo compartimos hallazgos cada vez que nos encontramos, el nuevo: una falda de plumetti perfecta para estas Navidades.

Susi Sweet Dress tiene vestidos para bailar

Leer. Leyendo descubrí a Andrea Amoretti, y leyéndola a ella aprendí que el blanco en invierno sigue siendo bonito, que enrollando las camisetas se gana espacio en los cajones y se ve mucho mejor lo que hay en ellos, que hay que mirarse mucho en el espejo para poder quererse y comprenderse y que hay muchos espacios donde guardar la ropa aparte del armario. Ella me dijo que le pintara las uñas a mis ilustraciones y hace un mes publicó un libro que reúne todas esas pistas de estilo que a mi me han ayudado a ir conquistando el mío.

Andrea y su sonrisa feliz

Todo esto me lleva a mi última conclusión: no hay estilo sin amigas. Ellas: mi madre, mis hermanas, mis compañeras de trabajo, mis amigas… son las que han conseguido que siga avanzando en esto del estilofelicidadamorycopas y pueda compartirlo aquí. 



Y ustedes, ¿se animan? Atentas a mi Instagram 
que hoy compartir tiene premio…

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